Luciano Bonaparte

El 23 de abril de 1804 llegó a Roma Luciano, hermano de Napoleón y gran artífice del golpe de estado del 18 brumario. Este había abandonado París por las profundas desavencias con el Primer Cónsul, tanto por motivos políticos derivados de sus convicciones republicanas opuestas a las ambiciones dictatoriales de su hermano, como por al desaprobación de Napoleón de sus segundas nupcias con Alexandrine de Bleschamp.
Al principio, la pareja se alojó en el palacio Lancellotti, hospedados por su tío, el cardenal Fesch. Luego, gracias a la importante suma de dinero que consiguió su madre Letizia por la venta de su elegante palacio parisino (el Hôtel de Brienne), Luciano pudo adquirir el palacio Nuñez (actualmente Torlonia) en via Condotti.

F.X. Fabre, Luciano Bonaparte, 1808, olio su tela, particolare

Cuando adquirió algunas de las casas circundantes, encargó al arquitecto Raffaele Stern la reestructuración de la planta noble donde se descubrió la existencia de un teatrín. Por otra parte, era bien conocida la pasión por los espectáculos teatrales de Luciana, a quien no le importaba salir personalmente a escena. Sin embargo, las obras iniciadas por los Torlonia tras la compra del palacio por parte de Girolamo Bonaparte, sólo permiten atribuir al periodo napoleónico las dos fuentes del patio, la apertura del portón en la via Bocca de Leone, así como un pequeño gabinete en via Bocca di Leone, con un techo pintado en grisalla, suelo de mármol taraceado y una chimenea similar a las que después se construyeron los Albacini en el palacio del Quirinal.
En el palacio Nuñez, donde se había dispuesto su notable colección de pinturas cuyo catálogo de 1808 contabilizaba 130 cuadros expuestos en quince salas, Luciano llevaba una intensa vida mundana e intelectual que alternaba con estancias en la tranquilidad toscana de su villa la Rufinella.
Con la ocupación de Roma en febrero de 1808 y la consiguiente anexión del Estado Pontificio al imperio francés, decretada por Napoleón el 17 de mayo de 1809, a la que siguió la deportación a Francia de Pío VII, Luciano y su familia se vieron obligados a abandonar la ciudad. Decidieron zarpar hacia Estados Unidos desde Civitavecchia, pero fueron capturados por los ingleses a la altura de Cerdeña y conducidos, primero, a Malta y, después, a Inglaterra donde permanecieron hasta 1814. Sólo la generosidad de Pío VII permitió que Luciano volviera a Roma en agosto de 1814, pero las dificultades económicas le obligaron a vender el palacio Nuñez y la propiedad de Rufinella a Frascati. Decidió retirarse al feudo de Canino, adquirido por la cámara apostólica en 1808. Allí recicibó el título de príncipe el 18 de agosto de 1814 concedido por el Papa.